V edición del Foro de Ministras, Viceministras y Altas Funcionarias de las Américas – FOPEMA: Un llamado a la consideración de los cuidados en la agricultura

San José, Costa Rica, 25 de febrero de 2025 – La quinta edición del Foro Permanente de Ministras, Viceministras y Altas Funcionarias de las Américas (FOPEMA) culminó con un firme llamado a promover la participación de las mujeres en la política agrícola y a reconocer su valioso aporte en la economía del cuidado. En un contexto donde solo tres países de la región cuentan con ministras de Agricultura, el foro subrayó la urgencia de políticas públicas inclusivas que garanticen el acceso equitativo a oportunidades para las mujeres rurales.

Visibilización del trabajo de cuidados: un desafío pendiente

Uno de los temas centrales abordados fue la economía del cuidado y la sobrecarga de trabajo no remunerado que enfrentan las mujeres rurales, quienes dedican hasta siete horas diarias a estas tareas, lo que representa entre el 15 % y el 25 % del PIB. Equipos de especialistas en agricultura, igualdad y estadística, así como representantes gubernamentales, compartieron estrategias para cuantificar y redistribuir esta carga. Entre las iniciativas presentadas, destacaron programas como el Programa Chile Cuida, en Chile, que incluye centros de atención y autobuses de cuidado, y el Diplomado en cuidados de Panamá, que apoya a mujeres rurales a través de créditos para emprendimientos.

Además, se celebraron los avances en la medición del trabajo de cuidados, con encuestas de uso del tiempo realizadas en 23 países y la estimación de su valor en el PIB. Sin embargo, aún persisten desafíos, como la falta de financiamiento sostenible y la escasez de datos sobre las realidades de las mujeres rurales.

Buenas prácticas que transforman vidas

El foro también presentó ejemplos exitosos de iniciativas transformadoras para las mujeres rurales. Entre ellas, destacaron las salas comunitarias de cuidado en Argentina, que ofrecen acceso a servicios de educación y salud, y la Red de cuidados para personas recolectoras de café en Costa Rica. Colombia compartió sus avances en la cuantificación del trabajo de cuidados y la promoción de la agroecología con enfoque de género, mientras que México destacó el reconocimiento del trabajo de cuidados de las mujeres indígenas como un pilar clave de la economía.

Financiamiento para la equidad de género

Entidades financieras como CAF y FMBBVA hicieron hincapié en la importancia de invertir en infraestructura de cuidados, el acceso a créditos y la digitalización de servicios financieros. Asimismo, propusieron fortalecer las alianzas público-privadas para garantizar modelos de cuidado sostenibles en las zonas rurales.

Corresponsabilidad y políticas públicas con perspectiva de género

El foro concluyó con un firme llamado a transformar la estructura del trabajo de cuidados en el ámbito rural, destacando la necesidad de políticas públicas con enfoque de género, la redistribución de la carga de cuidados, el fortalecimiento de alianzas estratégicas y la inclusión de los hombres en estas labores.

«Es fundamental colocar a las mujeres en el centro de las políticas públicas para garantizar un desarrollo agrícola equitativo e inclusivo», afirmó Cindy Quesada, ministra de la Condición de la Mujer de Costa Rica.

Desde el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), se reafirmó el compromiso de seguir impulsando el reconocimiento del trabajo de cuidados y promoviendo la igualdad de género en los sistemas agroalimentarios del hemisferio.

La exclusión digital de las mujeres rurales

En un mundo hiperconectado, las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) son un factor fundamental para el desarrollo social y económico. Sin embargo, para muchas mujeres rurales la exclusión digital sigue siendo una barrera importante que limita sus oportunidades y su capacidad de participación plena en la sociedad. Este fenómeno no solo impacta sus emprendimientos y economías familiares, sino que también profundiza las desigualdades de género en el acceso a recursos esenciales.

La exclusión digital habla de la desigualdad en el acceso, uso y apropiación de las TICs. Esto incluye la falta de acceso a dispositivos, conectividad a internet, conocimiento técnico y formación en competencias digitales. La exclusión se mide por la comparación con el acceso de otras personas individuales o poblaciones (de diferentes zonas geográficas, nivel socioeconómico, género, condición de discapacidad, etc).

En el caso de las mujeres rurales, esta brecha se puede ver agravada por varios factores como pobreza, ausencia de infraestructura, deficiente conectividad, falta de formación o conocimiento, los estereotipos de género, las responsabilidades de cuidado no remuneradas que limitan su tiempo y movilidad, entre otras.

A nivel mundial, las mujeres tienen un 18% menos de probabilidades que los hombres de tener un teléfono móvil y un 16% menos de probabilidades de usar internet móvil (GSMA, 2022). En América Latina y el Caribe, cuatro de cada 10 mujeres no está conectada a internet. Y, aunque la brecha digital se ha reducido en zonas urbanas, en áreas rurales sigue siendo alta.

En promedio, el 67% de los hogares urbanos tiene acceso a internet, mientras que los rurales alcanzan un 23%. Hay países en los que esta exclusión digital de lo rural es todavía más extrema, por ejemplo, en Bolivia, El Salvador, Paraguay y Perú más del 90% no tiene conexión (CEPAL, 2022).

La exclusión digital tiene un impacto profundo en la vida de las mujeres rurales y sus comunidades. Al no tener acceso a internet, pierden oportunidades de socialización, educación, capacitación técnica y empleo. Además, quedan excluidas de programas gubernamentales o iniciativas de organizaciones no gubernamentales que utilizan plataformas digitales para brindar información o servicios. Esta desconexión también limita su capacidad de hacer crecer sus emprendimientos, acceder a mercados más amplios o construir redes de apoyo con otras mujeres.

  1. Infraestructura insuficiente: Muchas comunidades rurales carecen de acceso a internet de calidad o electricidad estable, lo que dificulta el uso de tecnologías digitales.
  2. Costos elevados: Los dispositivos y los planes de internet suelen ser inaccesibles para mujeres en situación de pobreza.
  3. Brechas de alfabetización digital: Muchas mujeres rurales no han tenido acceso a educación formal o a formación en competencias digitales, lo que las deja en desventaja frente a las demandas tecnológicas actuales.
  4. Roles de género tradicionales: Las responsabilidades de cuidado y trabajo doméstico no remunerado limitan el tiempo que las mujeres pueden dedicar a aprender o usar herramientas digitales.

Cerrar la brecha digital requiere un enfoque integral que aborde las barreras estructurales, económicas y sociales que enfrentan las mujeres rurales. Algunas acciones clave incluyen:

  • Inversiones en infraestructura: Ampliar el acceso a internet en comunidades rurales mediante redes de banda ancha y soluciones innovadoras como internet satelital.
  • Capacitación en competencias digitales: Crear programas de formación específicos para mujeres rurales que se adapten a sus necesidades y contextos.
  • Subsidios y programas de apoyo: Ofrecer dispositivos y planes de conectividad a precios accesibles o mediante subsidios.
  • Cambio cultural y sensibilización: Promover una redistribución equitativa de las tareas de cuidado para liberar tiempo para el aprendizaje y el uso de tecnologías.

La exclusión digital de las mujeres rurales no es solo un tema de desigualdad tecnológica; es una barrera que perpetúa y profundiza las brechas económicas, educativas y sociales. Garantizar su inclusión no solo es un acto de justicia social, sino también una inversión estratégica para el desarrollo sostenible de las comunidades rurales. Las mujeres rurales tienen el potencial de liderar cambios en sus territorios, y la conectividad puede ser la herramienta clave para construir futuros más igualitarios y prósperos.


Fuentes:

Agenda para el empoderamiento económico de las Mujeres Rurales – SICA

Es la agenda para el empoderamiento económico de las mujeres rurales de los países de la región SICA está llamada a iniciar su primera fase como un proceso que permita gradual y progresivamente el empoderamiento y la autonomía económica de las mujeres rurales. 

Tiene como objetivo el fortalecer la autonomía y el empoderamiento económico de las mujeres rurales de los países de la región SICA, con el objeto de desarrollar sus capacidades y competencias en el marco de alianzas intersectoriales, a fin de que sus resultados impacten a corto plazo sus vidas en una doble vía, como sujetas políticas individuales y como grupo colectivo. 

Pueden leer más al respecto aquí

La comunicación digital y su utilidad para los emprendimientos de mujeres rurales

En las últimas dos décadas la comunicación digital se ha convertido paulatinamente en una herramienta indispensable para cualquier emprendimiento, especialmente para las mujeres rurales que buscan fortalecer y expandir sus negocios. La tecnología ha ido eliminando barreras geográficas, conectándonos con mercados, clientelas y oportunidades que antes parecían inalcanzables. Pero ¿cómo puede la comunicación digital beneficiar específicamente a los emprendimientos liderados por mujeres rurales? Aquí exploramos sus principales ventajas.

Uno de los mayores retos de los emprendimientos, especialmente los rurales, es alcanzar mercados más allá de su comunidad local. La comunicación digital permite que las mujeres emprendedoras expongan sus productos y servicios al mundo. A través de redes sociales, sitios web o herramientas como WhatsApp Business, es posible crear una vitrina virtual para sus negocios. Un ejemplo claro es el uso de fotografías y descripciones atractivas que permiten destacar la calidad y autenticidad de productos elaborados artesanalmente o provenientes de la agricultura sostenible.

Las plataformas digitales también ayudan a narrar la historia detrás de cada emprendimiento. Contar quiénes somos, qué hacemos y por qué lo hacemos genera confianza y un vínculo emocional con la clientela. En el caso de los productos rurales, muchas veces se valora el trabajo hecho con dedicación, de manera artesanal, y con insumos naturales, así como el impacto positivo que este tiene en la comunidad.

La comunicación digital no solo abre la puerta a más clientela, sino también a mercados más especializados. Por ejemplo, mujeres rurales que producen miel o cultivan café orgánico pueden conectarse con personas consumidoras que valoran los productos ecológicos, sostenibles y éticos. Espacios como Facebook Marketplace, Instagram o incluso grupos de WhatsApp permiten segmentar audiencias y ofrecer artículos específicos a quienes realmente los quieren y necesitan.

Además, estas herramientas permiten recibir retroalimentación y consultas directas de la clientela, lo que ayuda a mejorar los productos y servicios. Responder rápidamente a preguntas o comentarios genera confianza y fidelidad en clientes y clientas, haciendo que regresen una y otra vez.

Implementar estrategias de comunicación digital puede parecer complicado al principio, pero en realidad representa una inversión que reduce costos y ahorra tiempo. En vez de depender sólo de ferias o ventas físicas, las mujeres rurales pueden promocionar sus productos desde su casa con un teléfono o computadora. Publicar en redes sociales o enviar mensajes a listas de difusión permite alcanzar a muchas personas con solo unos clics.

Herramientas gratuitas como WhatsApp Business también simplifican la gestión del negocio al ofrecer funciones como catálogos de productos, respuestas automatizadas y etiquetas para organizar pedidos. Todo esto permite que las emprendedoras dediquen más tiempo a lo que realmente importa: el crecimiento de sus negocios y el disfrute de sus éxitos.

La comunicación digital ayuda en la creación de redes de apoyo entre mujeres emprendedoras. A través de grupos en redes sociales, comunidades digitales o chats de Whatsapp, es posible compartir experiencias, resolver dudas y establecer colaboraciones. Estas redes son fundamentales para que las emprendedoras rurales se empoderen y fortalezcan sus capacidades colectivas.

La comunicación digital es mucho más que la tecnología: es una herramienta de socialización, empoderamiento y transformación para las mujeres rurales. Con creatividad, dedicación y acceso a formación básica los emprendimientos rurales pueden crecer, diversificarse y posicionarse en un mercado global. Aprovechar estas oportunidades no solo beneficia a las emprendedoras, sino también a sus familias, comunidades y economías locales.

Plan para avanzar los derechos de las mujeres rurales en América Latina y el Caribe – FAO, ONU Mujeres y UNFPA

Plan de trabajo conjunto por dos años para acelerar los avances en igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres rurales en América Latina y el Caribe. El plan de acción propuesto por estas tres agencias del Sistema de Naciones Unidas se estructura en torno a dos áreas. La primera es la incidencia política y normativa de alto nivel para la aceleración de la reducción de la brecha de género en el acceso a los recursos productivos. La segunda prioridad será impulsar la cobertura rural de los servicios de cuidados, salud sexual y reproductiva y violencia basada en género en la región y la producción de datos e información sobre las mujeres rurales en el marco de los sistemas agroalimentarios 

El acuerdo se centra en incidencia política y normativa de alto nivel para acelerar la reducción de la brecha de género en el acceso a los recursos productivos; y la cobertura rural de los servicios de cuidados, salud sexual y reproductiva y violencia basada en género. 

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Corresponsabilidad en los sistemas agroalimentarios: Un desafío hacia la igualdad de género en las zonas rurales

Introducción

El Día Internacional de las Mujeres Rurales, conmemorado cada 15 de octubre, reconoce la contribución de las mujeres a las áreas rurales. En las Américas, las mujeres rurales son una pieza clave en los sistemas agroalimentarios, contribuyendo a la seguridad alimentaria (ONU Mujeres 2012) y contribuyen en mayor medida a la adaptación al cambio climático y a que sus comunidades incrementen sus niveles de resiliencia (FIDA 2022).

Abordaremos en este artículo cómo la falta de corresponsabilidad agrava las desigualdades de género en las áreas rurales de las Américas y cómo un enfoque más equilibrado, donde todos los actores asuman su parte de las responsabilidades, podría fomentar un sistema agroalimentario más justo y sostenible.

La corresponsabilidad en el marco de los sistemas agroalimentarios

Una definición ampliamente utilizada de corresponsabilidad es la que hace alusión a la corresponsabilidad familiar, término que puede definirse como la distribución equilibrada entre los hombres y las mujeres de las tareas de cuidado. Sin embargo, definiciones como esta, aunque enfatizan la necesidad de un reparto equitativo de las responsabilidades dentro del ámbito familiar, omite no solo el resto de los ámbitos fuera del reproductivo, como el comunitario o productivo, sino que, además, no aborda las implicaciones que la falta de corresponsabilidad en el ámbito familiar puede llegar a suponer. De igual forma, no considera la influencia del mercado y las políticas públicas, es decir, resulta incompleta si se desea introducir el término en el marco de los sistemas agroalimentarios. 

Partiendo de una visión más amplia, de sistema, se considera a la corresponsabilidad como un enfoque integral, la cual, busca distribuir equitativamente las responsabilidades del cuidado entre el Estado, el sector privado, las organizaciones y las familias, con el fin de reducir la carga que históricamente ha recaído sobre las mujeres.

En el contexto de los sistemas agroalimentarios, esto implica que hombres y mujeres compartan no solo las responsabilidades de cuidado y las productivas, sino también el acceso a recursos, la toma de decisiones y los beneficios derivados de la producción agrícola. Además, implica que las instituciones locales, regionales y nacionales, el sector privado y las organizaciones asuman su papel en la promoción de entornos en los que, además, se reconozca y valore el trabajo de las mujeres rurales y se promueva el abordaje integral de la corresponsabilidad para que también puedan participar de los beneficios de los sistemas agroalimentarios en igualdad de condiciones (Vaca 2019). 

La falta de corresponsabilidad y su impacto en las mujeres rurales

Ante la ausencia de un enfoque integral de corresponsabilidad, las mujeres enfrentan una doble carga: por un lado, el trabajo no remunerado en el hogar, que abarca el cuidado de menores, personas mayores y las tareas domésticas, como cocinar, gestionar horarios, además de brindar apoyo emocional al resto de miembros de la familia; y, por otro lado, el trabajo en la agricultura y actividades relacionadas, que suelen desarrollarse en condiciones de informalidad y baja remuneración (Ramos 2023). Siendo uno de los principales desafíos el dejar de considerar el aporte de las mujeres rurales al sector agrícola como parte de las responsabilidades domésticas no remuneradas, mientras que, en el caso de los hombres, rara vez se cuestiona la necesidad que deba ser remunerado (ONU Mujeres 2012). 

Las mujeres rurales no solo son responsables de labores agrícolas, sino también de gestionar la seguridad alimentaria de sus hogares, cumplir con tareas de cuidado no remuneradas y enfrentar el acceso limitado a recursos productivos, como la tierra y el crédito (FAO, 2024). Esta situación no solo limita el acceso de las mujeres a mejores oportunidades económicas, sino que también perpetúa un ciclo de pobreza y dependencia financiera (Wood 1997).

Sin corresponsabilidad, las mujeres quedan atrapadas en un ciclo que limita su autonomía económica y su capacidad para romper con patrones de pobreza que termina siendo intergeneracional (Carcedo y Kennedy 2017). El desequilibrio entre la distribución del trabajo agrícola y de cuidados, reduce el tiempo y los recursos que las mujeres pueden invertir en actividades como mejorar su productividad, participar activamente en la toma de decisiones comunitarias, o de contar, simplemente, con tiempo de ocio y personal.

Relación entre corresponsabilidad y desigualdades en el acceso a los recursos y al poder

El acceso a recursos productivos se encuentra profundamente limitado para las mujeres rurales dentro de los sistemas agroalimentarios. El limitado acceso a recursos financieros, tecnológicos, al acceso a crédito y a capacitación técnica, reduce la capacidad de las mujeres para mejorar su productividad y participar en mercados productivos (Ramírez 2011). La falta de corresponsabilidad integral, no solo perjudica la participación de las mujeres, sino que también afecta el proceso de transformación hacia sistemas agroalimentarios sostenibles, inclusivos y resilientes.

Uno de los principales desafíos para las mujeres rurales en las Américas es el acceso a la tierra. Aunque representan una parte significativa de la fuerza laboral agrícola, las mujeres tienen menos probabilidades que los hombres de ser propietarias de tierras (Schling y Pazos 2022). Este problema está profundamente arraigado en factores estructurales, ya que, aunque la legislación de muchos países en la región permite que las mujeres sean propietarias de tierras, la realidad es que las normas sociales, las barreras económicas y la falta de políticas efectivas impiden que ejerzan plenamente ese derecho.

Aunado a ello, la falta de corresponsabilidad en los sistemas agroalimentarios profundiza las desigualdades que se dan en el uso y manejo del poder. La limitada participación de las mujeres rurales en los espacios de toma de decisiones, restringen su rol en los procesos de generación de políticas, programas y proyectos y perpetúa un sistema que no responde a la realidad nacional. Las necesidades y perspectivas de las mujeres rurales deben ser parte de los procesos de construcción de las estrategias de desarrollo e incidir en los procesos de generación de políticas y normativas.

Enfocar acciones solo en las mujeres – Un error conceptual para abordar tanto el problema como la solución

Históricamente, las acciones realizadas en el marco de la cooperación al desarrollo diseñadas para mejorar las condiciones de vida de las mujeres se han centrado en ellas como si fueran los únicos actores del sistema con los que trabajar los problemas que se dan por cuestión de género (Morales, 2021). Es, en parte por esto, que usualmente se asume que la solución a las desigualdades que sufren pasa por capacitar a las mujeres o brindarles herramientas, sin cuestionar las estructuras subyacentes que perpetúan estas desigualdades. Este enfoque, conocido como Mujeres en Desarrollo (o MED), no reconoce que la verdadera problemática radica en la falta de un enfoque integral de corresponsabilidad, que incluya a hombres y a las instituciones en la redistribución de tareas, responsabilidades y recursos.

Las mujeres rurales enfrentan desafíos aún mayores cuando no se involucra al resto de actores en la redistribución de estas responsabilidades. El enfoque de Género en Desarrollo (GED) propone que, en la ecuación se aborde el entendimiento de las realidades de las mujeres y de los hombres, así como las relaciones y dinámicas que se extienden cuando ambas partes interactúan (CONAVIM 2023). 

Por ende, el enfoque GED plantea que los hombres deben asumir una parte equitativa en las tareas de cuidados y productivas, y que el resto de los actores del sistema, en este caso, de los sistemas agroalimentarios, también sean corresponsables en la creación de condiciones que permitan flexibilizar los roles de género actuales. El enfoque GED no solo busca corregir los síntomas de la desigualdad, sino transformar las estructuras que la perpetúan, promoviendo un desarrollo más justo y sostenible que disminuya el impacto negativo sobre las mujeres rurales, lo cual implica necesariamente, trabajar bajo una perspectiva de corresponsabilidad integral.

¿Cómo avanzar hacia un enfoque de corresponsabilidad en los Sistemas Agroalimentarios?

Un enfoque de corresponsabilidad en los sistemas agroalimentarios implica un cambio profundo en la forma en que se distribuyen las responsabilidades, el trabajo y los recursos entre todos los actores del sistema. 

Una de las áreas clave para promover la corresponsabilidad es que las organizaciones deben asegurar que sus propias estructuras internas incorporen un enfoque GED. Esto implica trabajar en la sensibilización de sus miembros sobre la importancia de la corresponsabilidad, así como diseñar proyectos, programas y otras iniciativas que promuevan cambios profundos en las dinámicas de género en las comunidades rurales.

En segundo lugar, las organizaciones deben garantizar la participación igualitaria de mujeres y hombres en todas las etapas de las acciones que promuevan en los sistemas agroalimentarios, desde la toma de decisiones hasta el acceso a recursos productivos, como la tierra, el crédito y la tecnología. 

De la misma forma, para que las organizaciones puedan contribuir de manera efectiva a un enfoque corresponsable en los sistemas agroalimentarios, es fundamental que integren el enfoque de género en sus presupuestos y planificación estratégica. Esta integración no debe considerarse como un aspecto opcional, sino como una línea prioritaria.

Otro aspecto clave es el papel de las instituciones locales, regionales y nacionales. Estas deben ser corresponsables en la creación de políticas y programas que favorezcan una distribución equitativa de las responsabilidades y los recursos, tomando en cuenta las necesidades y realidades específicas de las mujeres rurales. Las organizaciones deben trabajar en alianza con las instituciones para asegurar que los marcos normativos y programáticos promuevan la igualdad de género en los sistemas agroalimentarios.

Asimismo, es clave que las organizaciones trabajen junto al sector privado para promover, por ejemplo, certificaciones y programas que valoren la participación igualitaria de mujeres y hombres en las cadenas de valor agroalimentarias. Esto puede incluir incentivos que recompensen a quienes adopten prácticas igualitarias, contribuyendo así a crear un entorno favorable para la igualdad de género.

En última instancia, las organizaciones deben impulsar iniciativas que involucren a los hombres en el trabajo de la corresponsabilidad, tanto en las labores productivas como en las de cuidados. Esto puede lograrse a través de campañas de sensibilización y formación que desafíen los roles tradicionales de género, fomentando un reparto más justo de las tareas de cuidados y en el ámbito comunitario.

Conclusiones

La falta de corresponsabilidad en los sistemas agroalimentarios no es solo un problema que afecta a las mujeres rurales; es una barrera estructural que frena el desarrollo sostenible y la equidad de género en las Américas. Cada vez se torna más evidente que la falta de una distribución equitativa de las responsabilidades productivas, de cuidados y el acceso a recursos, perpetúa las desigualdades que limitan el potencial de las mujeres rurales y, por ende, el progreso de sus comunidades.

Aunque el enfoque tradicional se ha centrado únicamente en las mujeres, es momento de reconocer que no es suficiente. Se requiere un cambio sistémico que involucre a todos los actores en la redistribución de tareas y la creación de condiciones que permitan a las mujeres participar en igualdad de condiciones en los sistemas agroalimentarios, es decir, avanzar hacia un enfoque de corresponsabilidad para aliviar la doble carga que enfrentan las mujeres rurales.

No abordar de una manera integral, desde un enfoque de género que considere la corresponsabilidad, no solo se perpetúan las desigualdades existentes, sino que también se pone en riesgo el desarrollo de sistemas agroalimentarios resilientes y sostenibles para todas las personas.

Mujer Rural y el Derecho a la Tierra (Coalición Internacional del Derecho a la Tierra)

La Iniciativa Mujer Rural y Derecho a la Tierra es una plataforma nacida dentro de la Coalición Internacional por el Acceso a la Tierra (ILC – International Land Coalition) alrededor del Compromiso 4 de la Coalición: Igualdad en los derechos a la tierra para las mujeres. 

El objetivo principal es asegurar la justicia de género en relación con la tierra, tomando todas las medidas necesarias para lograr la igualdad tanto de jure como de facto, fortaleciendo la capacidad de las mujeres para defender sus derechos a la tierra y participar en pie de igualdad en la toma de decisiones, y asegurando que el control sobre la tierra y los beneficios derivados de ello sean equitativos entre mujeres y hombres, incluyendo el derecho a heredar y legar derechos de tenencia. 

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Firma del acuerdo entre Comisión Interamericana de Mujeres y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura

En un paso más hacia la promoción de la igualdad de género en el ámbito rural, la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) firmaron Acuerdo General de Cooperación Técnica entre la CIM y el IICA. La firma tuvo lugar el 22 de agosto de 2023, durante la IV edición del Foro de Ministras, Viceministras y Altas Funcionarias de las Américas.

La CIM, el primer órgano intergubernamental dedicado a asegurar los derechos humanos de las mujeres y el único foro político hemisférico sobre igualdad de género está compuesta por 34 delegadas, una por cada Estado Miembro de la Organización de Estados Americanos (OEA). Estas delegadas, generalmente las máximas autoridades en temas de mujeres e igualdad de género en sus respectivos países se reúnen cada tres años para acordar los planes y programas de trabajo de la CIM.

Por su parte, el IICA es el organismo especializado en agricultura del Sistema Interamericano, con vasta experiencia en tecnología e innovación agrícola, sanidad agropecuaria, calidad e inocuidad de alimentos, comercio agropecuario internacional, agricultura familiar, desarrollo rural, gestión de recursos, así como en género y juventudes. El Instituto apoya los esfuerzos de los 34 Estados Miembros para lograr el desarrollo agrícola y el bienestar rural.

El acuerdo firmado busca establecer acciones con enfoque de género para promover la igualdad en los sistemas agroalimentarios de las Américas, contribuyendo así a la promoción del desarrollo y bienestar de las mujeres rurales del hemisferio.

Alejandra Mora, Secretaria Ejecutiva de la CIM, declaró:

Manuel Otero, Director General del IICA, también destacó la importancia de este acuerdo:

Este acuerdo representa un compromiso renovado por parte de ambas instituciones para impulsar la igualdad de género y mejorar las condiciones de vida de las mujeres rurales en toda América.

Conversatorio de cierre: 2° edición del curso Introducción al Emprendedurismo para Mujeres Rurales 

El 14 de noviembre se celebró el conversatorio de cierre de la segunda edición del curso «Introducción al Emprendedurismo para Mujeres Rurales», evento que sirvió como plataforma para conocer los aprendizajes y experiencias de las mujeres rurales participantes que culminaron exitosamente esta edición. Este curso, parte del Programa de Formación “Mujeres Rurales Emprendedoras para las Américas”, fue una iniciativa surgida del III Foro de Ministras, Viceministras y Altas Funcionarias de las Américas, y lanzado oficialmente el 8 de marzo de 2023. En su primera edición, se enfocó en la Región Andina, incluyendo Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. 

Para esta segunda edición, los países seleccionados fueron Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, República Dominicana y México. El objetivo principal del curso fue fortalecer las capacidades de las mujeres participantes mediante herramientas de información didáctica, promoviendo buenas prácticas para potenciar sus emprendimientos y habilidades de liderazgo. El curso constó de cinco unidades, con una semana de descanso, un foro integrador de conocimientos y tres sesiones sincrónicas de trabajo virtual al inicio, medio y final del curso. 

Entre los principales aprendizajes destacados por las mujeres, se mencionó la confianza para comprender las diversas capacidades necesarias para emprender exitosamente, el conocimiento de herramientas para solicitar créditos como mujeres emprendedoras y la comprensión de las desigualdades de género en el entorno laboral. En esta edición, 33 mujeres de la Región Central, República Dominicana y México completaron exitosamente las evaluaciones. 

Con esta segunda edición, el Programa de Equidad de Género y Juventudes del IICA reafirma su compromiso con las mujeres rurales del hemisferio, contribuyendo a su empoderamiento como lideresas comunales. Además, se fomenta su participación en redes y cooperativas, promoviendo la colaboración y el crecimiento conjunto de sus emprendimientos a pequeña y mediana escala mediante estrategias de agregación de valor a los productos. 

Reconociendo el papel de las mujeres campesinas en la economía del cuidado de LAC 

La economía del cuidado 

La noción de cuidado se refiere a actividades que satisfacen las necesidades básicas de existencia y reproducción. Las actividades de cuidado incluyen el autocuidado, el cuidado directo de otras personas, la provisión de las condiciones previas en las que se lleva a cabo el cuidado (cuidado indirecto) y la gestión del cuidado. Los cuidados permiten a las personas cubrir sus necesidades, las de las personas dependientes (por su edad o sus condiciones/capacidades) y aquellas que podrían autoproporcionarse dichos cuidados (Rodríguez Enríquez, 2005; Esquivel, 2011; ELA, 2012; Pautassi y Zibecchi, 2013). ). La economía del cuidado abarca todas las actividades de cuidado, independientemente de si son remuneradas (formal o informalmente) o no. A pesar de no ser reconocida en gran medida, la economía del cuidado representa aproximadamente el 25% del PIB de la región de América Latina y el Caribe (Salazar-Xirinachs, et. al., 2023). 

División de responsabilidades de atención 

En la región, la división de las responsabilidades de cuidado entre los sexos es en gran medida desigual. Las mujeres son responsables de tres cuartas partes del PIB correspondiente a la economía del cuidado (PNUD, 2024). La socialización de las mujeres como cuidadoras principales se ve reforzada por los roles de género tradicionales. A nivel mundial, las niñas de entre 10 y 14 años dedican un 50% más de tiempo ayudando en la casa que los niños de la misma edad (UNICEF, 2016). A medida que las niñas crecen, otras normas sociales dañinas, como la violencia de género, el matrimonio infantil, las prácticas de contratación discriminatorias y el acceso limitado al capital u otros activos, empujan a las mujeres a dedicarse a actividades de cuidado, a menudo como trabajadoras no remuneradas o participantes en la economía informal. , en tasas significativamente más altas que los hombres. 

Atención no remunerada  

A pesar de las enormes diferencias regionales, en general se reconoce que las mujeres realizan más trabajos de cuidados no remunerados que los hombres. Además, las mujeres rurales realizan más trabajos de cuidados no remunerados que las de las zonas urbanas. En zonas con una alta prevalencia de agricultura de subsistencia, el “trabajo doméstico” realizado por las mujeres rurales consolida su papel como garantes de la seguridad alimentaria del hogar. Son las principales responsables de la producción, procesamiento y preparación de alimentos, mientras que los hombres suelen participar en el cultivo de cultivos comerciales. La alimentación, cría, cosecha, recolección y procesamiento de especies de peces, ovinos, bovinos, caprinos, porcinos, conejos y aves para el autoconsumo es una parte esencial del cuidado indirecto que realizan las mujeres rurales. Después de la cosecha y el procesamiento de los alimentos, también se espera que las mujeres preparen las comidas para el hogar. Encuestas realizadas en una amplia gama de países afirmaron que entre el 85% y el 90% del tiempo dedicado a la preparación de alimentos en el hogar lo realizan mujeres que también son responsables de otras formas de cuidados no remunerados, como recoger agua y leña (Gailán, C., 2023). . Aparte de la producción agrícola, no vale la pena que muchas otras necesidades de cuidados sean cubiertas por mujeres de la familia como trabajo no remunerado. Estas actividades van desde limpiar, amamantar, organizar el transporte, cuidar a familiares enfermos, ayudar a los niños con las tareas y más. 

Atención remunerada e informalidad  

Equilibrar las actividades de cuidado con otras obligaciones impone límites al empleo formal de las mujeres. Especialmente en las zonas rurales, las mujeres tienen menos acceso a los servicios financieros, las actividades productivas, las tecnologías y la educación en comparación con los hombres (FAO). Como resultado, las mujeres rurales que buscan trabajo fuera del hogar a menudo participan en la economía informal debido a una menor barrera de entrada. Aproximadamente el 58% de las mujeres están empleadas en el sector informal en comparación con el 48% de los hombres (Chen 2010; IDRC 2010). Las mujeres tienen más probabilidades que los hombres no sólo de tener un empleo informal, sino también de estar en las categorías más precarias y peor remuneradas del empleo informal. A menudo, estos trabajos ofrecen malas condiciones laborales que se ha demostrado que afectan su salud general. Las ocupaciones típicas de las mujeres en la economía informal incluyen la venta de cultivos excedentes como vendedoras ambulantes, trabajadoras agrícolas y trabajadoras de cuidados no alimentarios (limpiadoras, cocineras, etc.). América Latina es única en el sentido de que sus trabajadores domésticos representan una proporción significativamente mayor del sector del cuidado, entre el 30 y el 50% del sector del cuidado. Se considera que los empleados tienen empleos informales si su relación laboral no está, en la ley o en la práctica, sujeta a la legislación laboral nacional, al impuesto sobre la renta, a la protección social o al derecho a determinadas prestaciones laborales (aviso previo de despido, indemnización por despido, pago anual o enfermedad). licencia, etc.) (OCED, 2019). Sin protección legal, continúa persistiendo la violación de los derechos de las mujeres a un trabajo y protección adecuados. 

Vulnerabilidades de las mujeres que brindan cuidados 

Las mujeres están sobrerrepresentadas tanto en las economías informales como en las no remuneradas de América Latina y el Caribe. Asumir más trabajo de cuidados que los hombres da lugar a jornadas significativamente más largas para las mujeres, añadiendo entre 6 y 30 horas de trabajo a cada semana (Ilahi, 2000). Esto limita su capacidad para participar en  

toma de decisiones a nivel social, político e incluso doméstico. Además, sus limitadas oportunidades de empleo los exponen a un mayor riesgo de precariedad laboral, inseguridad económica y dependencia financiera. Aunque un número creciente de mujeres en la región realizan trabajos remunerados, ya sea formal o informalmente, todavía no es equivalente a los ingresos de un hombre. Según el Banco Internacional de Desarrollo, la brecha salarial de género en América Latina se sitúa en el 29% (BID, 2023). En todos los países de América Latina, menos del 50% de las mujeres poseen una cuenta bancaria y más de una cuarta parte de las mujeres no tienen acceso a los ahorros del hogar (Banco Mundial, 2021). 

Dentro del sector agrícola, la falta de independencia financiera de las mujeres a menudo se ve exacerbada por la discriminación que limita su acceso a la tierra, a los préstamos y créditos, y a otros insumos agrícolas. A nivel mundial, las mujeres producían entre el 60% y el 80% de los alimentos y poseían menos del 10% de la tierra antes de las reformas legislativas que comenzaron en 1980 (Banco Mundial, 2020).  

Conclusión 

Hay varios factores que contribuyen a las desigualdades que enfrentan las mujeres, incluida la pobreza de tiempo, la informalidad laboral y la discriminación que les impide aumentar la productividad agrícola. Estas cuestiones tienen profundas implicaciones para la vida de una mujer individual y para la sociedad en general. Los economistas predicen que si se cerrara la brecha salarial de género, la productividad agrícola aumentaría e impulsaría el PIB mundial en un 20% (Banco Mundial, 2024). Como solo uno de los muchos cambios sociales necesarios, equilibrar las responsabilidades de cuidado resulta ser una vía prometedora para mejorar la independencia económica y la productividad global de las mujeres. 


Citas 

OECD/International Labour Organization (2019), “Definitions of informal economy, informal sector and informal employment”, in Tackling Vulnerability in the Informal Economy, OECD Publishing, Paris. 

Recognition of the property rights of women in Central America: Mission accomplished?. World Bank Blogs. (2024). https://blogs.worldbank.org/en/latinamerica/recognition-property-rights-women-central-america-mission-accomplished  

The missing piece: Valuing women’s unrecognized contribution to the economy. UNDP. (2024, March 8). https://www.undp.org/latin-america/blog/missing-piece-valuing-womens-unrecognized-contribution-economy  

Urquidi, M., & Chalup, M. (2023, March 20). The gender earnings gap in Latin America and the Caribbean: An analysis of its components. Inter-American Development Bank. https://publications.iadb.org/en/gender-earnings-gap-latin-america-and-caribbean-analysis-its-components